Es navidad, una época del año muy particular y esperada que en la teoría consolida la relación familiar, permite mejorar nuestra socialización con vecinos y amigos y que relaja, por decirlo de alguna forma, nuestra pesada y a veces monótona cotidianidad laboral y personal.
También es una época muy válida para recordarle a nuestros niños, niñas y adolescentes lo importantes que son para nuestras vidas, por ello son los seres que más deben gozar y añorar este periodo festivo, sin embargo la navidad, en la dura realidad, representa para un grupo poblacional muy grande en nuestra región, un mes de intenso trabajo, realización de descomunales esfuerzos físicos y mentales para sus pequeños e inmaduros cuerpos y cubrimiento de jornadas extenuantes para poder cumplir con sus cuotas preestablecidas. Este grupo son los niños y las niñas explotadas laboralmente.
El trabajo infantil, contrario a lo que se piensa, se constituye en un factor de alto riesgo para reproducir y perpetuar fenómenos de pobreza y exclusión en un conglomerado social y se erige en causa y efecto para la presencia de problemáticas asociadas como el abuso sexual, mendicidad, maltrato infantil, embarazo precoz, consumo de drogas y alcohol, entre otras. Esto es visible y comprobable en Villavicencio y municipios del Meta en los cuales esta práctica se hace evidente con sus niños y niñas que desde los 7 y 8 años de edad inician a “invadir” calles, plazas de mercado, terminales de transporte, talleres, almacenes y demás espacios permisivos, tolerantes y por ende, cómplices de los explotadores de la vulnerabilidad que genera su ciclo vital.
El trabajo infantil no forma ni educa, como nos lo quieren presentar sus defensores quienes por lógica son los explotadores y beneficiarios directos e indirectos, sino por el contrario, coarta el desarrollo humano, hurtando tiempo valioso a la educación, al juego, a crecer en ambientes adecuados y sanos, por esto si se quiere construir comunidades llaneras más justas y equitativas se debe empezar por el reconocimiento y abordaje honesto de este fenómeno socialmente dañino que destruye el presente y futuro de generaciones enteras.